CUANDO LA CONTRADICCIÓN QUIERE SER LEY
El martes 17, el Presidente Alberto Fernández anunció el envío al Congreso de dos proyectos de ley en forma conjunta: la legalización del aborto y la implementación a nivel nacional de “El Programa de los Mil Días” como él mismo lo denominó. Esta decisión puede analizarse desde distintos lugares, que llevan todos a una misma conclusión: no son compatibles.
Gobernar y conducir políticamente un país supone tomar decisiones y hacer elecciones. Quien conduce, muchas veces intenta dejar conforme a la mayor cantidad de gente posible; pero cuando ese afán es el único objetivo y la realidad deja de importar, se pierde indefectiblemente el rumbo.
Los seres humanos vivimos en un mundo que está regido por ciertas leyes y principios a los que, por más que queramos, no podemos escapar. Por ejemplo, la Ley de Gravedad, la sucesión del día y la noche, las estaciones del año, el paso del tiempo. No hay forma de eludirlos. Y entre esas máximas irrefutables está el –tristemente olvidado- principio de no contradicción, que podemos resumir diciendo que nada puede ser y no ser a la vez y en el mismo sentido.
Analicemos la iniciativa del presidente a la luz de este principio y desde distintos aspectos.
Si vamos a los fundamentos biológicos, el programa Mil Días se basa en una amplia experiencia científica que demuestra que los primeros años de vida son casi determinantes del desarrollo posterior. ¿Desde cuándo cuentan? Desde el momento de la concepción hasta los dos años. Es decir, para el Mil Días hay un ser humano que cuidar, nutrir y estimular en forma adecuada desde la concepción.
El aborto, por el contrario, presupone –contra todo rigor científico- que lo que se gesta en el vientre materno, no es más que un “feto” o un conjunto de células cuyo desarrollo no tiene el menor valor, hasta tanto la mujer “decida” que quiere ser madre.
El problema es que, o lo que se gesta en el vientre es algo que debe ser cuidado y acompañado, o algo que se puede descartar. No las dos cosas a la vez. Primera contradicción.
Pero pasemos ahora al plano jurídico. En principio no habría inconveniente en cuanto a la mujer. En ambos proyectos es tomada como sujeto de derecho, pero ¿qué sucede con quien se gesta en su vientre? Para el programa Mil Días, es tan importante garantizar su bienestar y adecuado desarrollo que genera toda una serie de medidas para asegurarlo. Claramente el niño por nacer es sujeto de derecho, tiene –en esta perspectiva- no sólo derecho a la vida, sino a una vida digna.
En cuanto al aborto, es evidente: el feto no es sujeto de derecho.
Así, en este segundo plano, se vuelve a caer en una contradicción. ¿Cómo pueden presentarse en conjunto dos proyectos de ley en los que una de las partes interesadas es y no es a la vez sujeto de derecho?
Y todavía tenemos un tercer plano que es, si se quiere, el más vivencial: el de la aplicación de las políticas públicas. A quienes estamos en el territorio, es la cuestión que más nos preocupa. ¿Cuál va a ser el criterio de decisión para establecer si en un caso se opta por el Mil Días o por el aborto? ¿La simple voluntad de la mujer?
Si la madre opta por el primero, entonces tendremos un ser humano con derechos que garantizar, en cambio si se decide por el aborto, será un conjunto de células extirpable como un quiste. Así, nos veremos en la obligación de reconocer un ser humano en unos casos y en otros no. He aquí la tercera contradicción.
La falta de coherencia, desorienta y genera desorden. No se puede sacar un país adelante en medio del caos. Si quienes dirigen los destinos de la patria no tienen claro ni siquiera quiénes son los argentinos cuyos derechos deben ser garantizados, mal podrán avanzar en la pacificación, la igualdad de oportunidades y el desarrollo que tanto pregonan.