¿La ´rebelión de las provincias´ puede derivar en una vuelta al 3 de febrero de 1852?
El espíritu de Justo José de Urquiza aletea sobre la Casa Rosada: «¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los enemigos de la organización nacional!».
Para situarnos brevemente en el contexto de la cíclica historia argentina, por aquellos años luego de la Declaración de la Independencia (1816), las Provincias Unidas del Rio de la Plata se debatían (y confrontaban) en su forma de organización nacional: los había federales que, siguiendo la tradición estadounidense pretendían una unión entre provincias autónomas y soberanas en su gestión, y los había unitarios que, siguiendo la tradición colonial, pretendían un gobierno centralizado en Buenos Aires para ordenar la gestión del territorio todo.
En este desmán ideológico, surgió como Gobernador de Buenos Aires el General Juan Manuel de Rosas (1829-1832 y 1835-1852), quién fue unitario por fundada convicción de praxis y que se hacía nombrar federal como estrategia para consolidar su liderazgo entre las demás provincias.
Era autoritario y reaccionario, supo concentrar el control de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y ser el encargado de las Relaciones Exteriores de la “Confederación Argentina” agenciando la Aduana. La postergación de la Organización Nacional respondía a evitar la estructuración de una República liberal y federal, donde claramente consolidada esta, perdería el control absoluto que detentaba con el beneplácito obsecuente de los demás Gobernadores “Caudillos”.
El liberal francés Frédéric Bastiat decía: “Donde entra el comercio, no entran las balas”. Es aquí que Rosas en su afán por querer controlar todo, luego de lograr el pacto anglo-francés (1849 y 1850) para levantar el bloqueo en el Rio de la Plata; prohibió el comercio con Uruguay en un intento de conquistarlo; esta restricción produjo grandes crisis para las provincias de Entre Ríos y Corrientes que dependían del comercio con el país vecino; además que se preparaba una guerra con el Imperio del Brasil, para seguir dilatando la consolidación de la organización nacional, con la excusa de las urgencias de la agenda patriótica.
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En 1851 Justo José de Urquiza, Gobernador de Entre Ríos, miembro de la “Liga Federal” (Junto con Santa Fe, Corrientes y Buenos Aires) y que habían firmado el “Pacto Federal” veinte años antes en 1831, otorgando la representación a Buenos Aires para las Relaciones Exteriores, adhiriendo las demás provincias posteriormente; entendió que Rosas estaba lejos del ideal federal y liberal que decía defender y a la vez posponer constantemente por diferentes razones; y se pronunció, aceptando la renuncia que todos los años presentaba Rosas, a la facultad de representar exteriormente a todas las provincias de la Confederación.
Urquiza inmediatamente obtuvo el apoyo de Corrientes, Uruguay y el Imperio del Brasil, luego más tarde Santa Fe se sumaría por rebelión pacifica de su ejército; Rosas por su lado, lejos de renunciar a su cargo como había propuesto, obligó a las demás provincias a nombrarlo “Jefe Supremo de la Nación”, pero a los fines prácticos estaba realmente sólo, ya que ninguna provincia mandó ningún ejército para ayudarlo, porque los gobernadores “Caudillos” eran simplemente benévolos obsecuentes.
El 3 de febrero de 1852, Urquiza con el “Ejército Grande” (Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Uruguay y Brasil) contando entre sus tropas a Mitre, Sarmiento y López, derrotó en la batalla de Caseros al ejército de Rosas (Buenos Aires) y este se exilió en Inglaterra hasta su muerte (1877). Luego llego el “Acuerdo de San Nicolás” y la “Asamblea Nacional Constituyente” (1852 y 1853) donde de la mano del liberal argentino Juan Bautista Alberdi se promulgó la Constitución Nacional Argentina, que gracias a aplicarse debidamente a partir de 1880, con la presidencia de Roca y otros liberales, logramos ser una nación libre y próspera; hasta que el hijo y nieto de Leandro Antonio Alén (modificado a Alem), enjuiciado y fusilado por Urquiza por ser miembro de la “Mazorca”, escuadrón de represión rosista (Montoneros de la época); llegaran a formar un partido (UCR), y por medio del discurso “patriota y proteccionista” lograran conquistar la voluntad popular y con ella a la gestión nacional, introduciendo nuevamente las ideas centralistas de control estatal “proteccionistas” progresivamente.
Hoy el Presidente Javier Milei, en el espíritu de Urquiza, acompañado por liberales como Espert, Caputo, Mondino, Adorni, Menem (Martín), etc. busca dar la autonomía a las provincias para forjar nuevamente una nación federal y liberal que nos traerá prosperidad; combatiendo contra el sucesor de Rosas, el Gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof, que con un falso discurso “patriota y soberano” centralizó durante veinte años de kirchnerismo el poder en el Estado nacional, doblegando económicamente a todos los argentinos y controlando el comercio exterior, claramente con el apoyo de gobernadores “caudillos” obsecuentes que temen a la libertad. Pero el ejército argentino que sí busca la libertad se subleva, pacíficamente en las urnas, contra el poder demagógico estatista.
La batalla es cultural y política, las armas son la información y los votos.
Hoy es 3 de febrero de 1852.
¡Soldados! ¡Hoy hace cuarenta días que en el Diamante cruzamos las corrientes del río Paraná y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros enemigos, donde combatiréis por la libertad y por la gloria!
¡Soldados! ¡Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles y si la victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en el campo de batalla, porque en el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir!
Este es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro general y amigo.
Justo José de Urquiza.