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San Miguel jugó el peor partido del campeonato y perdió sin atenuantes frente a Atlanta en calidad de visitante. Fue solo 2 a 0, pero debió ser una goleada.

 

Si tan solo se contaran los puntos de la segunda ronda del torneo de Primera B Metropolitana, San Miguel solo tendría dos puntos, producto de dos empates en cinco fechas. Iría último, con tan solo dos goles a favor y ocho en contra. Sus números son preocupantes en muchos sentidos, pero después de una primera rueda ilusionante, ahora los promedios ya preocupan. El Trueno se encuentra anteúltimo, solo Villa San Carlos está debajo, y Sacachispas, el único rival que divide de la misma manera que el club de Los Polvorines, descontó siete puntos en partidos recientes, gracias a las tres victorias que consiguió.

 

Pero ojalá la preocupación solo viniera de los números y los malos resultados. El gran problema de San Miguel está en el juego y lo que se vio hoy en cancha de Atlanta fue desesperante. El conjunto de Fabián Zermatten se vio tan ampliamente superado por su rival –octavo en la tabla de posiciones hasta el momento de jugarse el partido- que solo una serie de pequeños milagros y la gran actuación de Augusto Vantomme mantuvieron el partido únicamente uno a cero. Le bastaron tres minutos al equipo de Francisco Berscé para abrir el marcador –desborde de Jonatan Chaves, gol de Adrián Martínez abajo del arco- y otros quince para generar un manojo de oportunidades claras de aumentar la diferencia, envalentonado por un juego fluido y directo, pero recibiendo una notable ayuda del conjunto de San Miguel que parecía perdido en el terreno de juego, dejaba enormes huecos en la zona defensiva y sin posibilidad alguna de jugar el partido lejos de su área. Del medio para atrás, todo dudas, lentitud, falencias, inquietudes, llegadas a destiempo y enormes agujeros por donde los de azul y amarillo pasaban como panchos por su casa. Del medio para adelante, la nada misma: alguna pelota alta para que peine Scarnato y corra Batallini, librado a su suerte. Una tras otra, las oportunidades del Bohemio se fueron amontonando y el marcador se mantenía inamovible por errores en la definición local, atajadas monumentales de Vantomme o casualidades. Cuando terminó el primer tiempo, Zermatten se quedó con sus colaboradores, conversando dentro de la cancha durante largos minutos mientras sus jugadores mantenían un sepulcral silencio en el vestuario.

 

En el segundo tiempo la actitud cambió, el Trueno Verde se paró mucho más adelante en el terreno y empezó a presionar casi en el área rival. Se intentó controlar un poco más a Nicolás Previtali –el volante de contención del Bohemio había controlado a gusto y placer cada pelota que pasó por el mediocampo- pero siempre con una defensa en zona, nunca al hombre. San Miguel generó alguna situación de gol proveniente de algún pelotazo de Cristian Ortiz: una desde un córner de la derecha que cabeceó desviada Scarnato en el segundo palo y alguna otra con pelotazos frontales. Sin embargo, también esa diferencia de ánimo terminó diluyéndose a medida que comenzaron los cambios y el juego se vio cortado por algunas jugadas bruscas. Sobre el minuto 27 del segundo tiempo, Eduardo Méndez pateó una pelota contra un rival que estaba en el suelo y se ganó la expulsión. Otra más para San Miguel, la segunda en el torneo para el experimentado central. Los de verde y blanco perdieron toda posibilidad de emparejar la cuestión y casi sobre el final, en una jugada insólita, Milton Giménez puso cifras definitivas cuando recibió un balón que rebotó mal en la barrera luego de un tiro libre y fusiló al arquero a pocos pasos de la línea de gol.

 

San Miguel tiene la gran oportunidad de aprovechar que juega contra dos de los peores equipos del torneo de forma consecutiva: primero con Deportivo Español en su cancha, luego con Almirante Brown de visitante. Es una lástima que el problema siga siendo San Miguel. Y que luego de la deplorable exhibición futbolística ante Atlanta, la única buena noticia sea que peor no se puede jugar.

 

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