Por Dr. Daniel Cassola
El 11 de abril es el Día Mundial del Parkinson, en reconocimiento al médico James Parkinson, que describió por primera vez la enfermedad a la que él llamó “parálisis agitante”.
Temblor, lentitud del movimiento, rigidez son los síntomas característicos, pero actualmente la enfermedad se caracteriza también por los llamados síntomas no motores: depresión, trastornos del sueño, constipación, apatía, trastornos del olfato.
En general estos síntomas no se interpretan como parte de la enfermedad, por eso no son diagnosticados de manera temprana y por lo tanto no reciben tratamiento oportuno. El dato a tener en cuenta es que los síntomas no motores se presentan varios años antes del desarrollo de los síntomas motores.
El aumento de la expectativa de vida mundial hará que la incidencia del Parkinson aumente en los próximos años y se estima que el número de pacientes se duplicará en los próximos 30 años.
Una de cada diez personas es diagnosticada antes de los 50 años. En la Argentina habría 80.000 pacientes con la enfermedad. Muchas veces los síntomas se confunden con otras dolencias. Por ejemplo, un dolor en el brazo puede derivar en una consulta traumatológica, tratamiento kinesiológico y ante la disminución en la movilidad el kinesiólogo deriva al neurólogo al paciente. Los pacientes pueden demorar 3 a 5 años en recibir un diagnóstico adecuado.
Acerca de la causa de la enfermedad, los estudios sugieren que los factores genéticos y ambientales como pesticidas o solventes desencadenan la enfermedad, pero también existen factores protectores. Sustancias que tienen una asociación inversa con la enfermedad son los flavonoides presentes en el té, vino tinto, frutos rojos.
En síntesis, la enfermedad de Parkinson comienza 10 a 20 años antes del diagnóstico, afecta diversos órganos, progresa en diferentes estadios, por lo que representa un gran desafío para los médicos y para la salud pública identificar los síntomas precoces para actuar rápidamente y prevenir la progresión de la enfermedad.
Los pacientes requieren de un tratamiento interdisciplinario para mejorar su calidad de vida. Lo ideal es que pueda realizar diversas actividades como terapia ocupacional, rehabilitación cognitiva, fonoaudiología, kinesiología, y musicoterapia, entre otras.
Pero, claro está, uno no puede tratar lo que no sabe que tiene. De allí la importancia vital de estar atento ante la posible aparición de síntomas para poder llegar, de ser necesario, lo más rápido posible al diagnóstico.