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Dice la leyenda que allá por el año 1778, mientras el pueblo francés era azotado por una terrible hambruna, la reina María Antonieta, esposa del Luis XVI, pregunta a una de sus cortesanas el porque de las protestas de sus súbditos. “Es por la falta de pan”, le informan a la jóven monarca, quien vivía sumida en su mundo de lujos, fiestas y excentricidades palaciegas. “Entonces que coman pasteles”, dicen que respondió, manifestando un total desconocimiento de la situación de los sectores más vulnerables. De allí que se conoce como “síndrome de María Antonieta” a la falta de empatía de las élites que no comprenden las necesidades de las mayorías.
Cuando el ministro de economía chileno manda a los trabajadores a “levantarse más temprano” para pagar la tarifa reducida del subte, y la misma primera dama se refiere a las manifestaciones populares como “invasiones alienígenas”; se evidencia desde el discurso de las élites gobernantes un total distanciamiento de la vida cotidiana de los sectores populares, de sus problemas, de lo difícil y onerosa que se les ha vuelto la vida.
Es imposible no relacionar estos dichos con el listado interminable de frases desafortunadas expresadas por nuestros gobernantes y funcionarios, durante estos cuatro años de restauración neoliberal en Argentina: que una factura de luz equivale a dos pizas, que los pobres nunca llegan a la universidad, que ahora se puede andar de zapatillas blancas. De un presidente en campaña gritando que no se inunda más, golpeando un asfalto y afirmando que solo eso es lo real y verdadero. Cómo olvidar al secretario de cultura que ha dicho que el hambre es un “slogan de campaña. Distintos países, pero idénticas imbecilidades.

La primera dama chilena creyó que eran impunes. Que podía ser la esposa de una de las 700 personas más ricas del mundo, a costa de un pueblo hambreado en un experimento neoliberal. Experimento que lleva más de 46 años y que fuera impuesto a sangre y terror. No reconoce a su pueblo en la calle, justamente porque nada la identifica con ellos, porque se siente parte de otra casta, y estas nunca se cuestionan ni se tocan entre sí. No mira situaciones de inequidad, no intenta ponerse en lugar del otro, no los comprende en absoluto al punto de no considerarlos dentro del genero humano.

“Invasión alienígena” los llama, y con ese alejamiento total también se deslinda de responsabilidades. Omite que gracias a las políticas de su marido 6 de cada 10 trabajadores no alcanzan a cubrir una canasta alimentaria. No hay salud ni educación pública, el índice de desempleo crece sin parar. Aquél milagro chileno de Milton Friedman y los chicos de Chicago finalmente les explota en la cara. Pienso que así se habrán sentido las oligarquías blancas y perfumadas de Buenos Aires, ese 17 de octubre de 1945, dónde llamaron “aluvión zoológico” a los trabajadores movilizados, cuyos rostros recién empezarían a conocer. Así se habrá sentido la reina María Antonieta cuando los revolucionarios franceses fueron por su cabeza. Así se habrán sentido el zar y los nobles rusos aquel octubre de 1917. El poder hace creer impunes a quienes lo detentan, porque se acostumbran a vivir en confiados en la sumisión de los explotados. Pero todo llega a un punto y un día todo eso estalla. Y lo que estalla no es una sola cosa es la sumatoria de injusticias contenidas, es una fuerza increíble, que no se detiene ni con todas las balas del mundo. Ellos como siempre tienen la misma respuesta, “vayan a comer pasteles”.

Periodista: Macarena Alonso

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