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Por Gustavo Giacomo, economista

Los jóvenes continúan siendo un grupo expuesto al desempleo y la precariedad laboral. La mayoría de ellos trabaja en la economía informal, en puestos de escasa o nula calificación. Su tasa de desocupación duplica las registradas para el total de la población económicamente activa, demostrando la necesidad de implementar una amplia estrategia de inclusión laboral juvenil, sobre todo para los sectores más desfavorecidos.

Hablamos en publicaciones anteriores sobre la educación como herramienta para crear empleo, para salir de la crisis, para lograr el desarrollo. Y también hablamos sobre el valor agregado de nuestros productos, el conocimiento convertido en industria.

Solemos considerarnos un país en vías de desarrollo, un país con economía emergente. Sin embargo, estamos muy lejos de serlo. Si bien son muchos los criterios que determinan cuando un país está desarrollado, podemos observar que todos los países que lograron alcanzar el “desarrollo”, lo hicieron a través de un modelo de industrialización.

Estos últimos años, nuestro país estuvo orientado a exportar materias primas sin valor agregado. Sabemos que el modelo de país que necesitamos para salir adelante es aquel que implica la calificación de nuestra mano de obra, agregando conocimiento y valor a nuestros productos. Y para lograrlo, necesitamos educar para el trabajo, es decir, educar para el crecimiento, educar para el desarrollo. Formando a nuestros jóvenes, para un modelo de país productivo.

Es muy difícil copiar el modelo de alguno de los países exitosos en su totalidad, simplemente porque somos diferentes y partimos de una realidad que seguramente también es diferente. Pero sí podemos tomar de ellos algunas acciones. Por ejemplo, todos los países desarrollados cuentan con información sobre la conexión entre la formación y la salida laboral. Esta información es sumamente necesaria para que la transición entre ambos escenarios se desarrolle sin dificultades.

En nuestro caso, muchas veces esta transición resulta complicada ya que involucra diferentes perfiles educativos que no fueron contemplados a la hora de plantear una trayectoria laboral para los jóvenes. Por este motivo es fundamental conocer qué perfiles profesionales serán demandados en el país en los próximos años y así poder adecuar nuestro sistema educativo y formar a los alumnos para que puedan cumplir con esas demandas.

Los sueños y la vocación son básicos para elegir una carrera, pero no son suficientes. Debemos contar con información fehaciente sobre las tendencias del mercado laboral tanto local como global para reducir las decepciones y frustraciones que se producen cuando nuestros egresados no consiguen trabajo.

Por esto, un desafío constante, es fomentar la comunicación entre “Educación” y “Trabajo” para que direccionen sus esfuerzos en un mismo sentido y así poder alcanzar los objetivos que el desarrollo nos exige.

Desde la educación tenemos herramientas para colaborar con este modelo de industrialización que queremos. Sumar trayectos tecnológicos a las escuelas secundarias de todas las modalidades para enseñar oficios en doble jornada y profesionalizar los oficios de los pequeños emprendedores para generar valor agregado y crecimiento en el desarrollo local, son algunas de las tantas cosas que podemos hacer para alcanzar esta meta.

Otra herramienta sumamente instructiva son las actividades formativas en lugares reales de trabajo (prácticas profesionalizantes y pasantías) en las cuales nuestros futuros egresados pueden aplicar saberes y capacidades adquiridos a lo largo de su carrera y de esta manera, resolver problemáticas reales del ambiente de trabajo, incorporando así competencias laborales.

Como ya dijimos, para que esto sea posible se necesita un consenso de todos los sectores y de todos los colores políticos. Porque un modelo de país industrializado requiere de un proyecto a largo plazo que trascienda a sus gobernantes y a nosotros mismos.

El futuro de una nación se construye desde un Estado que es capaz de asumir con inteligencia las dificultades del presente para alcanzar en el futuro tanto el progreso colectivo como el de sus ciudadanos. Podemos ser el país que tanto deseamos. Sabemos, que el modelo de país que necesitamos para salir adelante es aquel que implica la

 

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