La cotización del dólar marcó un nuevo retroceso en las últimas dos semanas, acoplándose a una tendencia a la revalorización de las monedas emergentes ante la perspectiva de que se profundice el descenso de las tasas de interés en las economías desarrolladas, en particular en los Estados Unidos. Ello se produce, a su vez, en un marco de fuerte incremento de la oferta de divisas del agro, asociado a la recuperación de la cosecha tras la sequía del año previo, situación que se ve reflejada también en las cifras del comercio exterior, con un nuevo crecimiento del saldo positivo de la balanza comercial durante mayo, y en la evolución de la actividad agregada, que muestra una mejora en el comienzo del segundo trimestre del año. Por otro lado, con un buen comportamiento de los recursos tributarios, el sector público nacional alcanzó un nuevo superávit primario, profundizando el proceso de consolidación de las cuentas públicas.
En lo que tiene que ver con la evolución del tipo de cambio, la cotización del dólar a nivel mayorista finalizó la semana en $42,45, acumulando durante junio una baja de $2,42 o 5,4%, en lo que fue su mayor caída en los últimos 8 meses. A la estabilidad que ya había comenzado a vislumbrarse en mayo, tras anunciarse que el Banco Central podría intervenir en el mercado, le siguió una creciente liquidación de divisas del complejo agroexportador, junto con un cambio de humor de los inversores tras el cierre de las alianzas electorales y la nominación de los candidatos de los distintos frentes, particularmente del oficialismo. Sobre esa base, en las últimas semanas se agregó una mejora del contexto internacional, con tasas de interés en descenso y perspectivas de una reducción de las tensiones comerciales entre los EE.UU. y China, que incentivaron la búsqueda de mayores rendimientos y los flujos de capitales a las economías emergentes, corriente que profundizó el fortalecimiento del peso.
En lo que tiene que ver con la mayor oferta de divisas, en mayo, el balance comercial registró un superávit de USD 1.373 millones, acumulando en los primeros cinco meses del año un saldo positivo de USD 4.258 millones, el más abultado de los últimos 7 años. Al retroceso que han venido mostrando las importaciones (-28% en mayo), se suma ahora un crecimiento más robusto de las ventas externas, que se incrementaron 16,5%, a partir de una importante alza en las cantidades exportadas (+34,9%). Se destacó la recuperación de las ventas de productos primarios (+61,1%) y manufacturas de origen agropecuario (subieron 4% en monto, pero con un alza de 26,7% en volumen), producto de la mayor cosecha registrada este año, la cual llegaría a un récord histórico de 145 millones de toneladas, con un incremento del 29% respecto a la campaña agrícola previa. En contraste con estos datos, las manufacturas industriales no presentan grandes cambios, ante un tibio crecimiento de la economía brasileña.
Por otra parte, sobre la base del avance que muestra el sector agropecuario y su impacto sobre otras actividades asociadas, la economía comenzó a mostrar una recuperación en el segundo trimestre del año, con un incremento del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del INDEC del 0,8% mensual en abril, mejora que se sostendría también en mayo de acuerdo a lo que anticipan indicadores privados. En particular, el Índice General de Actividad (IGA) de Orlando J. Ferreres presentó una suba de 0,8% en dicho mes, de forma que el segundo trimestre del año volvería a mostrar una variación positiva tras cuatro bajas trimestrales consecutivas, en línea con lo que anticipan las proyecciones del REM (+1% trimestral desestacionalizado). En la comparación interanual, el EMAE aún capturó un descenso de la actividad en abril (-1,3%), aunque el indicador de Ferreres apunta a una leve recuperación en mayo (+0,3%), en lo que sería la primera variación interanual positiva de los últimos 14 meses. A nivel de sectores económicos, sobresale el aporte del bloque agropecuario, que se expandió un 40,2% interanual en abril, con una incidencia de 3,5 puntos en el crecimiento del EMAE.
En lo que hace a los números fiscales, en mayo se observó una nueva mejora del resultado primario, habiéndose alcanzado un superávit de $25.974 millones, frente a un déficit de $7.818 millones en igual mes de 2018. A pesar del incremento en los pagos por intereses de la deuda vinculado a la evolución del tipo de cambio, el déficit financiero presentó un descenso de 10,2% en términos reales en relación a mayo de 2018, situándose en $38.634 millones. La mejora que muestran las cifras fiscales se vio favorecida por ingresos que volvieron a mostrar un alza superior a la de las erogaciones (53,0% vs 35,5%), acumulando 23 meses consecutivos en los que se sostiene esta tendencia. De este modo, en los primeros cinco meses del año, se alcanzó un superávit primario equivalente a 0,2% del PIB, en lo que fue el primer resultado primario positivo desde el año 2011.
En síntesis, sin ser un factor excluyente, la mejora que muestran los números de la economía en el segundo trimestre del año refleja, en buena medida, la recuperación que ha tenido la producción agropecuaria. Esta derrama sobre actividades conexas como la molienda y el transporte, e incide en la recuperación de las exportaciones y la oferta de dólares, apuntalando también el crecimiento de los ingresos del sector público, habiendo aportado en mayo los derechos de exportación una cuarta parte del crecimiento total de los recursos tributarios. Hacia adelante, sin embargo, la continuidad de la recuperación de la economía podría comenzar a descansar en una recomposición del poder de compra de los salarios que permita impulsar gradualmente el consumo, en la medida que se sostenga la estabilidad cambiaria y el retroceso que viene mostrando la inflación en los últimos dos meses, en línea con la novedad que marcan los primeros signos de avance del consumo masivo capturados por algunos relevamientos privados del mes de junio. Esta dinámica se viene dando en un marco de bajo estrés financiero coincidente con la mayor competitividad electoral del oficialismo, el cual tiende a generar un círculo virtuoso, en el que se retroalimentan la tranquilidad financiera, su impacto en la economía real y, consecuentemente, en la situación política, a diferencia del círculo vicioso observado hasta hace tan sólo unos meses